miércoles, 11 de abril de 2012

El Desembarco De Normandía

La Operación Overlord supuso un desembarco militar de gran envergadura llevado a cabo en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial por parte de las tropas aliadas, entre el día 6 de junio y el 18 de agosto del año 1944, que significó la apertura de un segundo frente occidental para las tropas aliadas y la posterior liberación de Francia. El mando supremo de la operación fue confiado al general norteamericano Dwight Eisenhower, mientras que la resistencia del ejército alemán fue confiada, en un primer momento, al general von Rundstedt, en calidad de comandante de las fuerzas alemanas de Francia, Bélgica y Holanda. El desembarco aliado se produjo el día D (6 de junio), a las 6,30 de la mañana, en la península de Cotentin, entre los estuarios de los ríos Orne y Vise, en cinco playas que se conocían con los nombres en clave de Utah, Omaha, Gold, Juno y Sword.

El dispositivo militar de los contendientes

En dicha operación militar, considerada como la de mayor envergadura llevada a cabo hasta la fecha por cualquier ejército en toda la historia de las guerras, los aliados utilizaron un impresionante ejército (unos 3 millones de soldados), reforzado con todo el material bélico disponible e inventado hasta entonces: más de 13.000 aviones; más de un millar de buques de guerra, entre los que había 7 acorazados, 3 cruceros de batalla, 24 cruceros pesados y 156 destructores; 10.000 blindados, entre tanques, vehículos de reconocimiento, lanzallamas, morteros, carros de asalto, etc; 20 millones de toneladas de material bélico de toda clase (armas, municiones, combustible, alimentos, ropas, abrigos, material de ingeniería, sanitarios, de transporte, etc.); y, por último, para trasladar todo aquello, 6.500 transportes y lanchones de desembarco, gabarras artilladas, diques flotantes, muelles artificiales, y un largo etc.

Por su parte, frente a tan impresionante despliegue aliado, las fuerzas alemanas del frente occidental tan sólo disponían de un millón de combatientes, menos de 2.000 blindados y, lo que era aún más grave, ninguna fuerza naval y una debilísima aviación que no alcanzaba el medio millar de aparatos. Concretamente, la zona elegida por los aliados para llevar a cabo el desembarco era la que correspondía al Grupo de Ejército B, comandado por el valioso y experimentado general Erwim Rommel, el cual estaba formado por tropas mediocres, con muchos enfermos, extranjeros y gran parte de su transporte confiado aún a carros tirados por caballerías, por lo que apenas pudo hacer algo positivo para contener semejante avalancha humana y armamentística que se le vino encima.

 La gestación del desembarco. Los preparativos
Durante el primer semestre del año 1943 el Estado Mayor Conjunto aliado llegó a la conclusión de que los lugares más apropiados para efectuar una invasión de Europa, entre el golfo de Vizcaya y Noruega, eran las proximidades de Calais o las playas normandas entre Cherburgo y El Havre. Aunque el paso de Calais era el camino más corto, los ingleses opinaron que Normandía estaba mucho mejor protegida que Calais, argumentando además lo inapropiado del sudeste de Inglaterra para acumular los vastos contingentes de tropas y pertrechos que entrañaba la invasión y, sobre todo, la escasa capacidad de los puertos de Kent, comparados con el área de Postsmonth-Southamptom. La última circunstancia que hizo nivelar la balanza en favor de la propuesta inglesa fue la constatación de que las defensas alemanas más poderosas estaban en el paso de Calais. Todas estas consideraciones compensaban de sobra la desventaja de realizar un cruce marítimo más largo, pero más seguro de poder llevarse a cabo con absoluta fiabilidad. El proyecto, bautizado con el nombre en clave de Overlord, fue aprobado en la conferencia de Quebec y de Teherán.

También se designaron los principales mandos de la operación, los cuales habían estado trabajando juntos y entrenando a sus subordinados durante mucho más tiempo de lo que solía permitir una guerra. El mando supremo fue asignado al general norteamericano Dwight Eisenhower, con el mariscal del aire sir Arthur Tedder como lugarteniente y el general Walter Bedell Smith como jefe de Estado Mayor. El vicealmirante Bertram Ramsay, a cargo de las fuerzas de asalto navales, el mariscal Bernard Montgomery, al mando del ejército de tierra invasor, y el vice-almirante del aire Trafford Leigh-Mallory al frente de la fuerza aérea de asalto, llevarían el peso de las fuerzas armadas en la invasión. La terna de generales se cerró con Omar N. Bradley y Miles Dempsey, al mando de sendos ejércitos de invasión, el primero de ellos destinado a fijar y proteger las posiciones conquistadas por las fuerzas del desembarco.

Por parte alemana, el panorama no parecía ser tan halagüeño como el de los aliados. Cuando Rommel llegó al frente noroccidental, en noviembre del año 1943, se encontró con que el comandante en jefe del frente occidental, von Rundstedt, se inclinaba por la opinión de que la invasión de los aliados se produciría por el paso de Calais, a lo que se añadió el pésimo atrincheramiento defensivo a lo largo de la línea costera, defendida por tropas con poca práctica en la lucha, sin coordinación y guarnecidas por divisiones de segunda o tercera categoría. Rommel tenía serias dudas al respecto de la posible invasión aliada por Calais, intuición que, a medida que fueron pasando los meses, y a juzgar por la pauta de las actividades aéreas sobre la cuenca del Sena, se iba acrecentando, como realmente así pasó. Rommel, al igual que otros muchos altos mandos alemanes, supo con certeza que el desembarco, de producirse, sería por Normandía; lo que no pudo averiguar fue el lugar exacto de la invasión. No obstante, se impuso la tesis de un reducido grupo del Alto Mando Alemán, con el propio Hitler a la cabeza, de que el desembarco importante se produciría por el paso de Calais, mientras que el de Normandía tan sólo era una estratagema de engaño destinado a encubrir la principal invasión.

El Alto Mando Alemán fue engañado por completo por los aliados, gracias a un elaborado plan de enmascaramiento y engaños llevado a cabo con el fin de cubrir las operaciones tácticas. El propósito era confundir al enemigo acerca de la verdadera fecha del ataque, persuadiéndole de que la tentativa del cruce del canal no sería realizada hasta unas seis semanas después de la fecha fijada, y por el paso de Calais. Para ello, por cada tonelada de bombas y cada misión realizada en Normandía, se llevaron a cabo dos en Calais. En muchos puertos ingleses del sureste inglés, como el de Kent, se colocaron imitaciones de barcos de guerra, y en Dover se levantó un falso cuartel general desde el que se filtraban adecuadamente falsas actividades y claves militares por radio, que inmediatamente eran captadas por las radios alemanas; todo completado con falsas carreteras y vías férreas ciegas. Lo cierto es que tal estratagema pudo llevarse a cabo y resultar del todo punto positiva para los aliados gracias a la escasísima y poco operativa aviación alemana (Luftwaffe) desplegada en la zona, la cual fue incapaz de sobrevolar el canal de la Mancha y verificar las falsas informaciones que continuamente recibían desde Kent y Dover.

Rommel volvió a tener un gran problema a la hora de establecer un plan de defensa ante el posible ataque invasor aliado. Mientras que su superior, von Rundsteadt, no veía forma alguna de evitarlo, se hiciera donde se hiciera, Rommel, mucho más experto y curtido en este tipo de operaciones, pensaba que, al igual que había sucedido en los desembarcos aliados anteriores (África, Italia y Sicilia), una vez que los aliados consiguieran ganar posiciones, sería muy difícil obligarles a abandonarlos, por lo que propuso evitar a toda costa la invasión antes que rechazarla, mediante la siembra de minas a lo largo de toda la costa y combatir al enemigo antes que pudiera cruzar las cien yardas vitales que separaban el borde del agua y su primera cobertura natural tras la arena y las rocas. Hitler apoyó a Rommel, pero adoptó una decisión de compromiso: puso a Rommel al mando directo del grupo de ejércitos desplegados desde Holanda a Bretaña, bajo las órdenes de von Rundstedt, pero mantuvo grandes fuerzas al este del Somme y dispuso para la reserva a la mayor parte de las fuerzas blindadas apartadas del mando directo e inmediato y de las operaciones directas de Rommel, solamente utilizables por decisión propia de Hitler. Esta disposición resultó fatal para los alemanes, dada la clara supremacía aérea aliada y la intensa destrucción de las comunicaciones en las semanas que precedieron al comienzo de la batalla, que inmovilizaron a las fuerzas alemanas en varios puntos.

En los tres meses que precedieron a la operación, los aliados arrojaron 66.000 toneladas de bombas, más otras 14.000 que cayeron la víspera del día D sobre las estaciones de radar, aeródromos, baterías y observatorios alemanes de la costa. El plan adoptado por los aliados consistía en restringir la movilidad del enemigo, destruyendo los ferrocarriles franceses y belgas con el objeto de dificultar en la medida de lo posible las comunicaciones de las tropas alemanas del interior con las cabeceras costeras y crear un auténtico desierto alrededor de las tropas alemanas asentadas en Normandía. Asimismo, los submarinos aliados tomaron muestras de la arena de las playas y los ingenieros reprodujeron, con todo lujo de detalles, los escenarios de la invasión.

Por parte alemana, Rommel hizo enormes esfuerzos en los últimos meses para que la costa se llenara de bunkers, campos de minas sumergidos y todo tipo de obstáculos que pusieran difícil el avance de las tropas enemigas. Todos sus hombres fueron obligados a trabajar cavando apresuradamente trincheras, pero su esfuerzo fue incapaz de fortificar debidamente toda la costa. En vísperas de la invasión, von Rundstedt contaba con sesenta divisiones, de las que cuarenta y tres estaban a disposición de Rommel (las diecisiete restantes se hallaban al sur del Loira, por mandato expreso de Hitler), pero de esas cuarenta y tres sólo dieciocho se hallaban en Normandía; cinco estaban en Holanda, una en las islas del Canal de la Mancha, y no menos de diecinueve en Bélgica y Holanda, al este del Somme.

El desembarco. El día D.

Debido al hecho de que era preferible realizar la invasión con luna llena, Eisenhower eligió para el día D el 5 de junio. El mes se inició con vientos fuertes y mar embravecida. Los días 3 y 4 los servicios meteorológicos fueron tan desfavorables que Eisenhower decidió aplazar la invasión 24 horas. Aunque el día 5 las condiciones apenas habían mejorado, a las dos de la madrugada del día 6 Eisenhower decidió iniciar el ataque decisivo.

Las primeras fuerzas en cruzar el Canal fueron las tropas aerotransportadas (2.395 aparatos y 867 planeadores), que fueron lanzadas unas cuantas millas tras las cinco playas asignadas. La siguiente oleada invasora fue la naval (4.266 buques y barcazas de desembarco), la cual puso pie en las cinco playas entre las 6,30 y las 7,45 horas de la mañana, previamente a un gran bombardeo combinado desde el mar y el aire sobre las defensas costeras enemigas. Estos hombres (20.000 transportados por aire y 70.000 por mar), conformaban el contingente de avanzada de una fuerza compuesta por dos millones de hombres traídos de una docena de países, y que iban a desembarcar en Francia a lo largo de los dos meses siguientes.

La misión de las primeras fuerzas invasoras consistía en llegar a las playas y partir desde allí con tanta rapidez como fuera posible. Ninguno de los desembarcos navales fueron rechazados por las fuerzas alemanas y todos consiguieron sus objetivos, aunque en diversos grados. En la playa más occidental, la de Utah, la 4ª División estadounidense, precedida por tanques anfibios lanzados hasta 5.000 metros más allá de la playa, logró penetrar unos 10 kilómetros, estableciendo contacto con la 101ª División aerotransportada, operación en la que tan sólo sufrieron 12 bajas antes de que terminase el día. Sin embargo, en la playa siguiente, la de Omaha, el segundo desembarco norteamericano fue casi un completo desastre ya que la 19ª y la 1ª Divisiones, privadas de un apoyo eficaz de los tanques anfibios, fueron vigorosamente contrarrestadas por la 35ª División alemana, inmovilizándolas en la primera línea de playa hasta última hora del día. Después de sufrir unas 3.000 bajas, las posiciones se pudieron salvar gracias a los triunfos en los sectores vecinos. Los ingleses y canadienses de las tres playas restantes encontraron también una decidida resistencia, aunque no les impidió avanzar en sus posiciones. El Segundo Ejército inglés, que también usaba tanques anfibios, atacó las posiciones de la playa Gold, hasta casi llegar a la carretera Bayeux-Caen. La 3ª División canadiense tropezó en la playa Juno con una férrea resistencia, pero al final logró avanzar hasta una profundidad de 11 kilómetros. A la izquierda de su mismo ejército, el asalto de la 3ª División inglesa a la playa de Sword prosiguió de acuerdo con el plan previsto y, a última hora de la tarde, las poblaciones de Bieville y de Ouistreham habían sido conquistadas, mientras la 3ª División inglesa y la 3ª canadiense rechazaban un contraataque durísimo de la infantería alemana, apoyada por unos 200 tanques de la 21ª División Pánzer.

Los alemanes reaccionaron despacio y embarulladamente. En ausencia de Rommel, el general Speidel ordenó avanzar a la 21ª División Pánzer, aunque, cuando cayeron los primeros paracaidistas y planeadores aliados, al oeste del río Osne, su jefe, el general Edgar Fenchtinger, había lanzado parte de la misma contra los aliados. Antes de cumplir dicha tarea, Fenchtinger recibió orden de suspenderla para enfrentarse a la crítica situación creada al oeste del Osne, por lo que, debido al transporte y la movilidad de la tropa, no pudo intervenir hasta las tres de la tarde, además de ser repelido su contraataque por falta de un suficiente apoyo de infantería. No obstante, el mayor problema para las tropas alemanas se debió al absoluto dominio aliado del aire. La Luftwaffe no pudo derribar ni un solo aparato en las 14.600 misiones efectuadas por el enemigo, aparte de que cada vez que las fuerzas alemanas conseguían reconcentrar sus fuerzas, eran descubiertas por algún avión de los británicos Typhon. Durante todo el día nada pudo moverse por carretera, ferrocarril o campo a través sin permiso de la aviación aliada, de tal modo que no sólo los movimientos de tropas, sino también el abastecimiento de gasolina, resultaron casi imposibles para los alemanes.

Al finalizar el día D, sobre las cinco playas normandas se hallaban sólidamente establecidos 156.000 hombres de las tropas aliadas, contabilizando un total de pérdidas de unos 3.000 soldados aproximadamente y cerca de unos 10.000 heridos. Sobre las playas tenían, también, más de 2.000 vehículos, muchos de ellos blindados, y más de 4.000 toneladas de pertrechos. Tres días más tarde, las tropas aliadas aumentaron el número de hombres desembarcados, apoyados por un ingente material bélico que hizo estéril cualquier tentativa futura alemana por recuperar las posiciones y las cabeceras de playa, siempre castigadas por el tiro de las grandes unidades navales y, especialmente, por la omnipresencia de la aviación.

A partir del día 9, los alemanes perdieron toda la iniciativa en la campaña. Los aliados habían logrado desembarcar 326.000 hombres, 54.000 vehículos y 140.000 toneladas de material bélico de toda clase, que les permitieron progresar hacia el interior de Francia.

La consolidación del frente de Normandía: El camino hacia París

Una vez que Montgomery se aseguró las posiciones conquistadas en la costa, su siguiente objetivo fue doble: en primer lugar, la toma de Cherburgo, a fin de conseguir un puerto que suplementara sus precarios muelles prefabricados y los suministros desembarcados en la playa; y en segundo término, la toma de Caen, para establecer una resistencia a su palanca estratégica, esto es, la penetración sobre su flanco occidental. Rommel intentó por todos los medios evitar la caída de Cherburgo, por lo que utilizó la 17ª División Pánzer entera, con el objetivo de interrumpir la unión del Séptimo y Quinto Ejércitos norteamericanos. El 16 de junio, las fuerzas norteamericanas conquistaron St. Sauveur le Vicomte, llave de acceso a Cherburgo, la cual acabó siendo tomada prácticamente al asalto el 25 de junio.

La caída de Cherburgo supuso un duro golpe para las fuerzas alemanas y su Alto Mando. Al día siguiente, von Rundstedt y Rommel fueron llamados a Berchtesgaden por Hitler para dar explicaciones del fracaso de la contraofensiva germana. El día 29 del mismo mes, en una conferencia celebrada con Hitler, von Rundstedt solicitó libertad de acción, a la par que Rommel insistió para que el Séptimo Ejército fuera retirado al Sena, a lo que Hitler se negó en redondo. Como resultado de las tensiones en el Alto Mando alemán, el 3 de julio Rundstedt presentó su dimisión que le fue aceptada por Hitler de inmediato, siendo sustituido por el mariscal von Kluge. Poco después, Rommel quedó fuera de combate cuando su coche fue atacado por una avión inglés cuando se dirigía a visitar a su mujer.

Montgomery, aprovechando la crisis interna del enemigo, se propuso tomar Caen y al mismo tiempo hacer avanzar al Primer Ejército norteamericano hasta la línea Contances-St. Lô, como movimiento preparatorio de rompimiento del flanco occidental. La doble ofensiva fue iniciada por Bradley el 3 de julio. Sin embargo, el avance aliado hacia St. Lô se vio nuevamente retrasado cuando intentaba abrirse paso a través del denso bosque normando que proporcionaba una excelente protección a las formaciones defensivas alemanas. Pese a semejantes contrariedades, las fuerzas norteamericanas mandadas por el general Patton lograron, por fin, apoderarse de St. Lô y de Avranches, el 18 de julio, con lo que el camino quedaba libre hacia el interior del país. Al mismo tiempo, Bradley mandó sus tropas en dirección a Caen para reforzar las posiciones de británicos y canadienses, los cuales estaban siendo contenidos magníficamente por los alemanes, hasta que ya no pudieron aguantar más la posición, toda vez que Hitler seguía negándose tozudamente a enviar tropas de la Wehrmacht establecidas en Normandía en ayuda de los ejércitos sitiados en Caen. La ciudad fue literalmente arrasada por un bombardeo el 8 de julio, tan intenso que los escombros impidieron el avance de los tanques hasta que los zapadores les abrieron paso. En la llanura cercana a la ciudad los alemanes se aprestaron a la resistencia, por lo que la aviación aliada se vio obligada a arrojar sobre las tres divisiones enemigas de la zona la friolera de 12.000 toneladas de bombas, 5.000 de ellas en tan sólo 45 minutos, al tiempo que tenía lugar un fuerte bombardeo naval que complementaba al primero. Por fin, el 19 de julio Caen cayó bajo el control total de los aliados.

Con todas las posiciones aseguradas, el mando aliado no se expuso a ofensivas brillantes ni heroicas que pudiesen causar un gran número de bajas y retrasar así el avance aliado y el fin de una campaña tan minuciosamente elaborada. Por eso, lejos de llevar a cabo cualquier tentativa audaz, al igual que la famosa "guerra relámpago", el avance por Francia hacia París debía realizarse poco a poco, sin descanso pero con mucha cautela, como si fuera una tenaz mancha de aceite que iba ganando terreno irremediablemente en su lento pero eficaz avance.

Tras la conquista de Granville y Avranches por parte de los aliados, Patton encontró una moderada resistencia alemana. El 2 de agosto, sus tropas penetraron en Rennes y lograron rebasar St. Malo. El 16 del mismo mes ocupó la línea del río Vilaine, con lo que la península de Bretaña quedó aislada. Al día siguiente a la toma de Rennes, Bradley ordenó a Patton dejar un mínimo de fuerzas en Bretaña y con el resto de su ejército dirigirse, a toda costa, a París, tarea que el general norteamericano inició el 4 de agosto.

Von Kluge, amenazado por la ruptura de Patton desde Avranches, vio que la única maniobra prudente que podía hacer era la de retirarse hacia el Sena, pero Hitler siguió negándose a la realización de semejante maniobra, ordenando a von Kluge, el mismo día que Patton emprendía el avance hacia la capital francesa, reunir ocho de sus nueve divisiones Pánzer y lanzarlas, en la noche del 6 al 7, contra Mourtain, ataque destinado a avanzar a lo largo de la base de la península de Cotentin hasta Avranches, cortando así las posiciones de Patton. El proyecto hubiera resultado perfectamente factible si von Kluge hubiese dispuesto de una adecuada cobertura aérea. Al no ser así, la maniobra escondía un verdadero ataque suicida a los ojos de von Kluge, quien además apenas pudo contar para la batalla con cuatro divisiones Pánzer (250 tanques en total) y dos divisiones de infantería. Para mayor desgracia de von Kluge, los preparativos fueron descubiertos por el reconocimiento aéreo enemigo. Bradley desplegó a sus divisiones entre Vire y Mourtain para enfrentarse al ataque alemán. El 7 de agosto, las columnas alemanas que atestaban las carreteras de Mourtain fueron cruelmente bombardeadas por los Thunderbolt americanos y los Typhon ingleses. A pesar de ello, von Kluge lanzó un desesperado ataque contra Mourtain que fue contenido perfectamente por el Primer Ejército norteamericano, al mando del general Hodges. Al cabo de cinco días de encarnizados combates, las tropas alemanas, mandadas por el general Paul Hausse, se retiraron a Falaise, donde quedaron atrapados y virtualmente cerrados por una bolsa enemiga. El 16 de agosto, los canadienses tomaron Falaise y los americanos Argentan.

Tras este nuevo revés para las tropas alemanas, von Kluge fue destituido. Los alemanes lucharon por retirarse a través del único hueco posible que les quedaba, entre Falaise y Argentan, pero llegaron tarde ya que el Quinto Cuerpo norteamericano, desde Argentan, y las divisiones 4ª canadiense y 1ª polaca, desde Falaise, emprendieron la tarea de cerrar la salida de la bolsa, cada vez más angosta, lo cual se logró el día 20. En semejante trampa mortal quedaron embolsados unos 60.000 soldados alemanes, martirizados por los constantes bombardeos de la artillería y los aviones, con los caminos cortados por los carros, los cazabombarderos y los cazas. Por fin, gracias al abandono de todos sus pertrechos y el equipo pesado, las tropas alemanas supervivientes pudieron hacerse un pasillo por donde escapar combatiendo, dejando en el envite un total de 10.000 muertos, 40.000 prisioneros y heridos y... el orgullo de la Wehrmacht maltrecho.

Balance final

La batalla de Normandía había tocado a su fin y los ejércitos aliados se extendían por toda Francia. Von Kluge se suicidó, probablemente porque supo que Hitler estaba enterado de su participación en el complot fallido por asesinarle, montado el 20 de julio. Por la misma razón, Rommel, convaleciente aún de su accidente, fue obligado a quitarse la vida, obedeciendo órdenes del propio Hitler. A pesar de ello, la opinión pública alemana fue informada de que la causa de su muerte había sido un derrame cerebral, por lo que no fue acusado oficialmente de alta traición y pudo ser enterrado con todos los honores que su posición exigía

El nuevo comandante en jefe, el mariscal de campo Model, apenas logró salvar algunas de las tropas rodeadas en Normandía. Sin embargo, dos días antes de su nombramiento, nuevos ejércitos americanos y franceses, bajo el mando del general Denvers, desembarcaron en la Provenza francesa el 15 de agosto y, dos días más tarde, Patton llegaba al Sena por el noroeste y el sudeste de París. El 24 de agosto París fue al fin liberado por la 2ª División blindada francesa, bajo las órdenes del general P. E. Leclerc. Al día siguiente, De Gaulle llegó a París para hacerse cargo del Gobierno provisional de Francia.

La batalla costó a los alemanes poco menos de medio millón de hombres, de los que 210.000 fueron hechos prisioneros; la pérdida de unas 3.000 piezas de artillería pesada; 1.500 tanques; 2.000 aviones; 20.000 vehículos; y, por último, masas ingentes de equipos y suministros.

La ruta abierta por el desembarco y la batalla de Normandía dejó expedito a los aliados el camino hacia Berlín. Eisenhower tan sólo tuvo que explotar convenientemente la victoria aliada y esperar pacientemente el momento oportuno para asestar el golpe definitivo a Hitler.


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